Al equipo de Nicolás le ocurre lo contrario que a los chicos que protagonizan la hermosa historia de L’equip petit y a veces no sé si es bueno o malo. Jorge, Raúl, Andrés, Hugo, Nicolás, Ignacio, David L., David, Bruno, Alberto, Dani y Daniel no saben qué es perder un partido de fútbol y este año han ganado la liga. Yo me alegro por ellos, me gustó verles compartir alegrías y abrazos con sus camisetas naranjas. Creo que se lo merecen porque les brillan los ojos de ilusión, porque son trabajadores y generosos, porque son, sobre todo, un grupo de amigos capaces de contagiarnos de entusiasmo. Pero ahí sigo con mis dudas. Ignoro si alguno de ellos llegará lejos con sus botas de fútbol, pero tengo la certeza de que si siguen persiguiendo sus sueños vendrán más pequeñas victorias que les enseñarán a ser grandes personas. Es mi particular lectura de esta historia que sucede en primavera.
Nuestro equipo ganó la liga el mismo sábado que nació Paula. Enseguida vamos a conocerla. La cogemos en brazos, le acariciamos sus manitas y su cara redonda. Tiene los ojos abiertos, parece tranquila y es preciosa. Tengo tiempo más tarde de mirarla mientras duerme y mirar también a su madre, que descansa junto a ella. Qué bonitas son las dos.
Paula es un regalo que nos deja este mayo en el que releo a Luis García Montero, me acerco a la música de Marwan, imagino el mar por mil razones, salgo a correr junto al río, comparto cafés, risas y confidencias, duermo poco, preparo las bicis y anoto libros pendientes.
Mayo es un mes de portada. Si los diarios tuvieran la delicadeza que merecen estos tiempos raros dedicarían sus espacios de cabecera a plasmar cómo cambia la ciudad este mes; una foto a color del atardecer que cae entre el parque y el Ebro, con las cigüeñas y las golondrinas cruzando el cielo sobre la piedra del puente. O un titular a cinco columnas que califique de extraordinaria la calma despreocupada que llena los parques cuanto se desdibuja la tarde. Desconozco si venderían más o menos ejemplares, pero seguro que algún lector, que alguna lectora, se fijaría esa día en el color del cielo de esta ciudad de provincias mientras alarga la tarde en la plaza del barrio. Pero no sé si los diarios están a estas cosas poco virales y un tanto cursis que suceden en primavera.
Si mayo fuera un periódico, le aplicaría el verso de Ángel González para que las palabras escritas se posaran sobre las cosas y las recubrieran de colores nuevos. Tendría un fotón de mi sobrina Paula, otro más discreto del rondo de los chicos de nuestro equipo, un descubrimiento científico sobre los beneficios de las emociones y de la risa y, para que nadie ni siquiera en mayo olvide, el mejor Galeano con el texto íntegro de Los nadies.
Avanza mayo en el calendario con sus tardes de sol y su fin de curso en el horizonte.