Correr

Termino “De qué hablo cuando hablo de correr” y me adentro en el universo de Murakami. Anoto una frase: “A menudo me preguntan en qué pienso cuando estoy corriendo (…) y para ser franco, no consigo recordar bien en qué he venido pensando hasta ahora mientras corría”.

En “Las horribles y maravillosas razones de por qué corro largas distancias”, Matthew Inman habla de correr y de la felicidad que le aporta, un auténtico acto de meditación, dice. “Cuando corro, pienso. La mayoría de mis historietas las voy escribiendo en la cabeza mientras corro”.

Llevo un tiempo corriendo; me animó Félix, me convenció Ana y desde entonces intento salir tres veces por semana. Siete, ocho, diez kilómetros, depende del día y esta temporada también del calor.

Correr me ha permitido redescubrir la ciudad; fijarme en sus cielos, seguir la estela de los ríos, cruzar puentes, atravesar parques, conocer barrios nuevos, revisitar los de siempre. También pasar por lugares con olor a jazmín, a café tostado, a hierba recién cortada. Correr ofrece distintas miradas de la ciudad y sus estados, un ejercicio muy recomendable para quien se ahoga en el absurdo cotidiano de lugares pequeños.

Cuando corro, a veces pienso en la canción que escucho. Otras, en la novela que espera en la mesilla. Últimamente no me quito de la cabeza a los personajes de “Borgen” y entonces me pregunto si la decencia en política será cosa de series danesas o si los periodistas nacemos con la arrogancia puesta. Cosas intrascendentes. También repaso la lista de la compra, me fijo en la luna, en los viajeros que cogen el tren, en otros deportistas. Y sigo corriendo. Hasta que llego a casa con la cara roja y feliz.

 

“Mientras corro, en sustancia, no pienso en nada. Simplemente sigo corriendo en medio de ese silencio que añoraba, en medio de ese coqueto y artesanal vacío. Es realmente estupendo. Digan lo que digan”.

Haruki Murakami, “De qué hablo cuando hablo de correr”

3 comentarios en “Correr

  1. Cuando corro, también se me ocurren ideas, las escribo mentalmente, canto, hago la lista de la compra, disfruto del paisaje y, a veces, no pienso en nada en concreto. Me encantaría volver a correr contigo por la ribera del Ebro (o donde sea). Besos

  2. Yo no corro, nado. Y cuando nado pienso en los colores azules del agua y del cielo y en mis próximos viajes. Y repaso, como tú, la lista de la compra. Y le doy vueltas a las cosas pendientes y, sobre todo, disfruto del contacto de mi cuerpo con el agua, brazada a brazada, patada a patada…. Besicos

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